Los demonios del rock - Sueño de una noche de verano

Festejaron los Callejeros, hicieron pogo frente a los tribunales. Mientras tanto, el dueño de la República de Cromagnon, el subcomisario enriquecido y el manager intermediario salían cabizbajos. Hubo un camino a la tragedia –podemos leer-: el estado fue vulnerado y corrompido por un monstruo que torturó con fuego a la sociedad civil.

Hay una sentencia, se culpó al subversivo Chabán. La responsabilidad del estado fue expiada: entregaron al oficial Carlos Díaz y simularon una condena para Fabiana Fizsbin y Ana Fernández. (La pena a Argañaraz, como su vida misma, es absurda y anecdótica).

Nada menos pedagógico, nada menos reparador. Nada más condenable.

El Gobierno y el Estado están malditos, pero no cabe zurcirlos. Hubo coima que mató, hubo connivencia, corrupción flagrante y negligencia acumulada. Por ello: la condena de 2 irrisorios años a dos funcionarias, de 18 años a un patético y perverso subcomisario y las absoluciones de Belay (el comisario) y de Torres (el encargado del control por parte del GCBA). La verdad, una joda. Lamento decir que hasta la muy penosa ley de obediencia debida era mejor, porque no se hacía de cuenta que no había responsabilidades o jerarquías, no se hacía de cuenta que todo había sido fruto de una irracionalidad azarosa.

Al parecer no hay omisión ni abandono en los Callejeros, no hay falla ni defecto, falta ni flaqueza. Fueron simplemente tentados por la manzana de Chabán, al igual que sus fans. Y festejan, con conciertos, con pogo, su escape del purgatorio, su ingenuidad de infancia. Festejan no haber entendido nada, festejan no saber qué pasó. Le rinden culto a la ceguera que los absuelve. Y siguen, como antes, sin ver que están mutilados siguen como antes. Por eso decía, nada menos pedagógico, nada menos reparador que esa sentencia.