El sueño de Hans Wildsorf I

Aprendizaje

El creador de Rolex, la empresa y la palabra, sin saber nada de su futuro, vio la luz un jueves 22 de marzo de 1881 en la de ciudad alemana de Kulmbach dentro del estado de Baviera. Nadie podrá decir que 12 años le bastaron para conocer a su padre y a su madre, aunque así fue, ya que en 1893 ambos murieron en un terrible accidente. Huérfano y poco estimulado vivió Hans durante años con sus tíos estudiando en un internado de Coburg.

Hastiado de su infancia viajó a Suiza y aprendió todo de la incipiente industria relojera que había hasta ese entonces en Europa. Trabajó como ayudante de un comerciante de perlas y como redactor de cartas en inglés para un exportador de relojes. Así conoció tanto el ensamblaje de cada piedra como la distribución de las unidades.

Por su oficio, en el viaje que lo llevó a Londres en 1903, Hans Wilsdorf logró recordar todos los relojes de Suiza, es decir todos los relojes del mundo, y supo que los hombres pronto cambiarían, que la hora, la forma de medir y traducir el tiempo ya no sería la misma. Sin ambiciones universales, no quiso correr las agujas, ni cambiar los días. Afinó el círculo, le dio una ubicación a las agujas para cada punto de los infinitos puntos del círculo. Apretó los círculos, los multiplicó. Ese día, el señor Wilsdorf, un joven de 22 años, no sólo soñó un reloj Rolex en su muñeca, soñó el mundo. Recordó a Darwin primero, a Raimundo Lulio después, para librarse luego a una ambición que fácilmente superó a ambos, al vislumbrar que tan sólo a unos años desde que él viviera, todos los grandes hombres de su época llevarían un reloj rolex, su invención, en alguna de sus manos. Se convenció de poder realizar su anhelo mejor que alguna otra persona en la historia. Como Eucluides o Stanislaski, Wilsdorf le dio sutileza y precisión a su oficio, validándolo con un trabajo exhaustivo de repetición nunca antes ensayado.

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